lunes, 21 de septiembre de 2015

VERDADES AL DESCUBIERTO

Recupero el disfraz y entro en mi propio sueño. El agua en la cara me trae de vuelta a la realidad y despierto de golpe. Están siendo unas semanas complicadas. El trabajo se me acumula y le robo horas a la noche para poder terminarlo a tiempo. Agradezco el silencio de la madrugada, esas horas en las que la humanidad se ausenta y deja de sonar el teléfono. Mis manos van solas, los dedos se mueven a una velocidad de vértigo y me asusta convertirme en una adicta correctora. Creo que llego tarde, en mi intento por despejar la mente no puedo dejar de revisar textos, y cuando los termino invento otras historias. Ahora mismo lo estoy haciendo, he olvidado de ponerme las gafas y siento que me lloran los ojos, pero aquí sigo, inmóvil delante del ordenador y escribiendo hasta que vea doble y mi cabeza explote.  La literatura es para mí un descubrimiento, estoy llegando a la conclusión de que detrás de cada idea, de cada palabra se esconde la vida de alguien. No hay escritor sin sueños frustrados, es así. Adolfo se reía esta tarde ante mi ataque de pánico. A veces colaboramos juntos cuando nos apremia el tiempo, pero en esta ocasión me voy a comer el marrón yo solita. De todos modos, él también es de los que se queda escribiendo hasta altas horas de la madrugada. Somos dos correctores extraños y solitarios, o dos gilipollas. Ahora me estoy riendo al imaginármelo sentado en su silla rotatoria peleándose con algún texto científico, de esos que yo nunca acepto porque sé lo que implican. Yo prefiero las novelas románticas o ensayos sobre filosofía, por poner un ejemplo. Hay escritores con talento, ésa es la verdad, pero las editoriales no apuestan por ellos porque no son conocidos. Ya va siendo hora de que se sepa que tras un autor de renombre siempre hay un corrector o 'negro literario' que le ha escrito el libro. Yo misma lo he hecho en un par de ocasiones, hasta que decidí dejar de hacerlo por una cuestión de amor propio. En el sector editorial la ciencia ficción es el género por excelencia, y sé de lo que hablo. Me da mucha pena reconocer que son muy pocos los escritores auténticos, y que las editoriales no apuesten por los jóvenes talentos por cuestiones económicas. La literatura es arte, y como tal debería estar más valorada y las empresas editoras abiertas a propuestas innovadoras. Y que no vendan el rollito de los concursos literarios, que a estas alturas todos sabemos que están amañados. Cuando contacta conmigo una persona llena de ilusión porque quiere presentar su libro a un concurso literario siempre le digo lo mismo: yo te lo corrijo, y te doy mi palabra de que tendrás un libro impecable, pero olvídate de ganar el concurso. Entiendo que, en ese momento, la persona se quede muerta de la impresión, pero soy sincera. No me gusta jugar con las ilusiones de nadie y no permito que otros lo hagan. Ya va tocando que caigan los disfraces y que cada cual sueñe su propio sueño en vez de ser parte del de los demás. Porque los sueños de los otros nunca te llevarán a ninguna parte, ni real ni no real. A ninguna parte.

Meritxell
 

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