martes, 15 de septiembre de 2015

SMILE

Día de luz y gloria. Maravilloso espectáculo el nuestro. ¿Subiste tú el telón o fui yo? Tal vez lo hicimos ambos. No recuerdo dónde he dejado tu sonrisa. Creo que está en el cajón de la mesita de noche, o en el cuarto de baño, o en la cocina, o lo más probable es que siga dentro de mí. Se han quedado los platos sin fregar y tu perfume en todo mi espacio, que ahora es más tuyo que mío. Estabas muy bonita con ese vestido, debes saber que me gusta vestirte como si fueras una muñequita, y peinarte y que te quedes muy quieta mientras lo hago. No puedo evitar besarte para darte mi aire cuando te quedas sin respiración. Es lo que tiene lo nuestro, que nos oprime el pecho. No es sólo cosa tuya. Acabas de salir por la puerta y ya te echo de menos. ¿Quién eres tú? ¿Me lo dirás algún día? Estoy pensando en comprar un par de sonrisas nuevas para cuando se nos acabe ésta, aunque lo veo imposible, nunca me había encontrado con una sonrisa tan interminable, tan agotadora, porque cariño mío, me tumbas. Ha sido un día fabuloso, siento que no hayamos salido a dar un paseo, pero no me apetecía compartir tu sonrisa con nadie. Espero que algún día te suceda lo mismo, ¿te das cuenta de lo mágica que es la vida? Ya te lo dije el primer día, que todo es magia, y tú no me creías, te reías con esa sonrisa deliciosamente desquiciante, y perdona que insista en lo mismo, pero es que siento que me vuelvo loco. La locura forma parte de la magia, de tu mágica sonrisa que jamás se podrá llevar el viento. Cuando llegues a casa y te quites el vestido piensa en mí. Hazlo despacio, como yo te he enseñado, y paséate desnuda. Yo te llamaré a las once y cuarto, tal y como hemos quedado. Estoy deseando que llegue la hora, mientras tanto aquí sigo, tumbado y despedazado por tu sonrisa asesina.
Hasta dentro de un rato, amor mío.
 
Meritxell

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