lunes, 7 de septiembre de 2015

PASEANDO CON EL OTOÑO

Otoño: qué hermosa estación. Creo que uno se siente identificado con la estación del año en la que ha nacido, es como una marca de nacimiento. A mí el otoño siempre me ha gustado especialmente, me sugiere muchas emociones, y todas buenas. Tiene un olor peculiar, como a madera recién barnizada. Me viene al pensamiento una hoja de árbol marrón y seca, pero con un profundo aroma. Me gusta mucho más que cualquier rosa o flor de primavera. Lo digo en serio, ahora me encantaría que alguien me regalara una hoja seca, de esas grandes con las puntas arrugadas. Tiene el encanto de la experiencia, que no es poco.
El otoño es mi sol, mis vacaciones y mi verano. Echando la vista atrás, recuerdo que las mejores cosas me han pasado siempre entre los meses de septiembre y octubre. Entiendo por 'mejores' cualquier cosa que implique un cambio, porque para bien o para mal, los cambios son importantes. Un cambio implica subir un peldaño en la escala de la experiencia, un aprendizaje, una hoja seca más en el camino de la vida. Un ramillete de hojas secas es lo que se me antoja en este momento. Cerca de mi casa hay un parque muy grande. Cuando queda poca gente suelo darme un paseo y sentarme en la hierba. Ahora está llena de hojas muertas, pero que han vivido lo suficiente. Cada una guarda un recuerdo, una historia, habrán sido pisadas por miles de zapatos con diferentes recorridos,  habrán sido trituradas o mordidas por los perros, pero todas han sido y son hojas de la vida, capítulos de un libro inédito. ¡Ay otoño!  Ya te acercas sin hacer ruido, pero puedo sentirte muy cerca. Me encantas, sencillamente eso, me encantas.

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