miércoles, 27 de febrero de 2013

THE END

Pero ¿qué has hecho? ¿Por qué te has rendido? Hablamos antes de mi operación y me diste la fuerza que te quedaba. Lo mío era una tontería, no era necesario que me dieras tu último respiro. Ahora me estoy ahogando, no puedo llorar a moco tendido porque me tiran los puntos, los del labio y los del alma. Apenas dormí cinco horas esta noche y fui a verte como te prometí para que vieras que había recibido tu fuerza. Me paró la enfermera en la entrada. No hizo falta hablar. Cuando te he visto tan delgadito, esforzándote por atrapar el aire me he quedado sin aliento. Te lo debía, tú me diste tus últimas fuerzas y yo un poquito de mi oxígeno. Casi te he obligado a abrir los ojos para que vieras la herida, y la has visto. Luego has vuelto a cerrar los ojos y ya no los vas a volver a abrir. Una hora, dos, tres, como mucho un par de días. ¡Con lo que a ti te gustaba ver el sol! ¡Y el chocolate que tomábamos a última hora de la tarde cuando iba a verte! Le he pedido a Dios que te reserve un buen sitio, yo ando medio enfadada con él porque se empeña en quitarme del medio a la gente que quiero. Dime cómo debe llorar una persona que siempre está sonriendo. Por eso nadie se da cuenta, porque no me miran realmente y no llegan al fondo de mi alma. Aquí me quedo solita una vez más, sin saber qué hacer. Voy a mirar en el armario para elegir la ropa  de tu último día. Te reías cuando iba a verte en minifalda y me decías que no con la cabeza, que a tu entierro tenía que ir más elegante. No sé qué coño hago escribiendo esto, se me ocurre que es una manera de llorar por dentro, para esto utilizo el blog, para confesarme cada vez que mi alma me lo pide a gritos y, de esta manera, cuando te vayas tu recuerdo quedará impreso. He corrido para verte, para que me vieras, ahora estoy aquí, frenada, herida por fuera y por dentro... Pero ¿qué has hecho?