viernes, 18 de septiembre de 2015

DE NOVELA

Quedan muy pocos días, menos de los que me gustaría. Dedico tantas horas a la literatura que creo vivir en un mundo paralelo. Pero si no escribo, muero. Así de sencillo, así de complicado, porque cuando me asomo al mundo, muy de tanto en tanto, vuelvo corriendo y me encierro con mis personajes de cuento. Sin ellos la vida no tendría ningún sentido. Los amantes de las letras me entenderán. Un libro no es una historia cualquiera, y escribir no es sólo juntar letras. Un libro es vida y muerte, desde el principio hasta el final. Te sientes identificado con alguno de los personajes y se produce una especie de simbiosis que durante un tiempo te convierte en un vegetal. O en una hortaliza, que para el caso es lo mismo. Si el libro es bueno te quedas plantado y echas raíces. Es como si te sembraran en un huerto, al lado de una patata, y tú fueras una zanahoria grande y naranja. Cuando me solicitan la corrección de un libro lo primero que pregunto es si se trata de una corrección de ortotipografía o de estilo, aunque siempre acabo haciendo las dos, para suerte del autor. Los hay más 'rechistones' (le acabo de meter una patada al diccionario de la RAE en toda regla, pero me concedo el honor porque no viene mal inventarse algún vocablo para salir de la monotonía), y los hay más permisivos. Los autores somos muy maniáticos, que alguien meta la tijera en nuestra obra es como si  mataran a nuestro bebé. Cuesta admitir sugerencias y no somos receptivos al cambio, pero un buen corrector siempre sabe cómo hacer su trabajo. En mi caso, todas mis correcciones siempre las justifico razonablemente. Lo bueno de escribir es que empatizo con la sensibilidad del autor y eso nos lleva a entendernos a las mil maravillas. Hasta aquí todo bien. El problema viene cuando no puedes parar de escribir. Esta noche tenía previsto salir y en el último momento he optado por quedarme en casa haciendo lo propio, lo que me venía en gana. Y es que ésta es la clave y la esencia de la vida: hacer lo que a uno le viene en gana. Ahora es cuando mi amigo Fran Lorente me diría que soy 'una estrecha' porque me cuesta salir. Tal vez esté en lo cierto, pero cuando te acostumbras a vivir entre libros y entablas una relación tan directa con los personajes reniegas, en parte, a los que andan sueltos. Tu vida se convierte, entonces, en una gran obra. Tú eliges los personajes, el entorno, las circunstancias, el clima, el paisaje, los detalles... Dar una vuelta por 'el otro mundo' no viene mal, sirve para comparar. La vida es una alegoría, yo lo veo de ese modo. Siempre al revés del mundo, o el mundo del revés. Qué importa eso mientras haya libros que nos cobijen entre sus páginas y nos den lo que necesitamos en ese momento. Son los libros mis mejores amigos, los que nunca fallan.

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