miércoles, 29 de agosto de 2012

LA REALIDAD ES INVISIBLE

A veces uno no sabe si está vivo o muerto, si vive entre personas de carne y hueso o convive con fantasmas y chupasangres. Hay que tenerlos bien puestos para saber dónde se está en cada momento y,  lo que tiene más mérito, adaptarse.
En realidad, la vida auténtica no es la que vivimos. Es todo un lío. Cuentan los sabios que el universo está dividido en cuarenta y nueve planos, y que en función a la sabiduría adquirida y nuestros méritos estaremos más cerca o menos del último peldaño. Yo prefiero contemplar los planos a modo de escalera. Me la imagino de acero, fuerte y segura de sí misma, que no titubea a la hora de tirar para abajo al osado que pretenda colarse. ¡Ah no! En el mundo de los muertos a los 'listillos' se les da un buen escarmiento.
Esta vida no es real, y la muerte, compañera de viaje que no engaña ni desespera, no existe. La vida real viene después de que abramos las últimas maletas. A mí no me asusta nada, ni siquiera la muerte como nos la han enseñado. Rectifico, me asusta la ignorancia, el desconocimiento, la falta de estudio e interés por las cosas que no se conocen. A mí no me sirve eso de: estos temas no me interesan o esto me aburre. Para saber si algo no interesa primero hay que conocerlo, y cuando se haya estudiado y analizado a fondo se podrá tener un criterio. Sólo los ignorantes prefieren permanecer en la ignorancia. Sólo las personas justas sufren para que las injustas aprendan, sólo la luz llega a la oscuridad para que los oscuros vean más claro, porque en el universo, del que todos formamos parte, nada es casual y todo está programado. Vida y muerte son la misma cosa, pero hasta que no subamos por la escalera, miremos para abajo y nos veamos tal y como éramos cuando estábamos de paso, seres ridículos cargados de complejos e inseguridades, de miedos, prejuicios y sentimientos nefastos, no nos daremos cuenta de cuánto hemos desperdiciado.