domingo, 3 de abril de 2016

AMNESIA

Y en ese momento lo tuve claro. Fue una certeza con forma humana que bajaba del techo blanco de mi habitación y se introducía en mi cuerpo, anclándome a recuerdos que mi mente había olvidado por completo. Hasta entonces. De un modo casi mágico, caigo en la cuenta de que tengo que esforzarme por recordar, y eso, en cierta manera, me desconcierta. Pensaba que no era tan fácil olvidar, pero algo más fuerte que yo y que no controlo, me ha dejado la mente como el techo: en blanco. La libertad de no recordar nombres, ni lugares, ni olores... eso que yo percibía siempre con tanta facilidad se ha esfumado.
La gente cambia, afortunadamente. Las circunstancias obligan, a veces, y cuanto más te resistes, menos te obedecen. Son de esas cosas sin forma preconcebida que se instalan en algún rincón de la mente, o del corazón, y te convierten en alguien desconocida hasta para una misma. Me pregunto quién soy ahora, si queda algo de lo que fui ayer, y tengo el convencimiento total y absoluto de que no. Me encuentro en una zona de mucha actividad, mis neuronas viajan sin pasaporte al país de 'quién sabe dónde' y no he vuelto a tener noticias desde que se fueron. No tengo los medios adecuados para encontrarlas, y tampoco me apetece, la verdad. Ha habido tantos desengaños que no vale la pena traerlas de vuelta. Así todo está bien. Amnesia. El estado perfecto. Y punto.