domingo, 13 de diciembre de 2009

UN DÍA COMO HOY

He decidido no pensar. Lo acabo de decidir.
Tampoco voy a sentir. Esto es más complicado, pero todo es proponérselo. Estoy hasta el cuerno de leer poesías empalagosas de amor, relatos de idas y retornos, declaraciones sin propósito ni fundamento, falsas promesas y sueños efímeros. Mierda. Todo es mierda.
Hoy he sido consciente de lo gilipollas que una persona puede ser cuando le interesa. Porque no nos engañemos, ser listo o tonto es algo que también se decide, no se hereda como algunos piensan.
A veces nos interesa mostrar nuestro lado más inteligente y otras, sin embargo, dejarnos llevar por la tontura más absoluta hasta antes nunca lograda.
A estas alturas, puedo afirmar que a partir de ahora seré un bloque de hielo. Nada ni nadie conseguirá arrancarme una sonrisa, ni una lágrima, ni un gemido de placer ni una palabra que delate mi estado de ánimo. Y si no cumplo mi palabra prometo contarlo.
Yo antes no era así, pero estoy cambiando. No dejo de reconocer que es una pena, pero la sociedad me ha obligado. Prefiero ser una mujer silenciosa y gélida que el torbellino de pasión y derroche afectivo que era hace algunos años. La gente me ha hecho daño. He sentido la traición en cada poro de mi piel y la desconfianza se ha apoderado de mi alma. Y cuando esto sucede, cuando te duele el alma, es imposible seguir siendo la misma persona.
Hace apenas unos minutos, he leído unos fragmentos que hablaban del amor, del deseo, de la proximidad entre dos almas que se encuentran. Me ha entrado un ataque de risa, y hasta de asco.
Esto es lo que pienso y siento ahora. Mañana tal vez cambie de idea, aunque lo veo muy complicado. Tengo a mi perro durmiendo a mi lado. Está tumbado en la mesa desde donde escribo. Me mira y le noto raro. Supongo que intuye mi estado y está asombrado. Eso o que le molesta el olor a tabaco. No sé escribir si no tengo un cigarro entre los labios.
Me ha visto derramar muchas lágrimas, sola y en compañía. Me ha visto troncharme de la risa, también sola y en compañía. Le costará acostumbrarse al cambio, pero como es inteligente, mucho más que las personas, lo conseguirá enseguida.
Por el momento no tengo nada más que añadir. Me voy a dar un baño de agua caliente, muy caliente, hasta que el espejo se empañe y las baldosas suden toda la rabia, el dolor y cualquier otro sentimiento destructivo que me está bloqueando. Luego, si me quedan ganas, me tomaré un mojito en el pub cubano que hay cerca de casa y bailaré hasta destrozarme el culo y las caderas.
Esto es buena señal, si estoy dispuesta a cimbrearme significa que mi apatía es transitoria. Mañana a ver cómo me levanto…

2 comentarios:

  1. Espero que ya ayas pasado este mal momento ,cuando estamos heridos nos sentimos como lo que tu explicas, queremos ser diferentes para protejernos, pero en el fondo somos como somos y eso es inevitable , de lo que se trata es de aprender de nuestros herrores por que ellos son nuestros maestros.
    Saludos des de la costa Brava.

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  2. Hola Antonio. No sé quién eres pero agradezco tus palabras, que son muy ciertas.
    En algún momento sentimos la necesidad de protejernos, más de nosotros mismos que de los demás. Así somos los seres humanos, eternamente insatisfechos y vulnerables por más que queramos evitarlo.
    Pero ¿sabes una cosa? Que como bien dices, somos como somos y tenemos la obligación moral de sentirnos orgullosos de nosotros mismos y querernos muchísimo. De ese modo, las situaciones conflictivas y las crisis pasan antes. De nuevo, gracias por tu aportación al blog y espero seguir recibiendo tus comentarios.
    Saludos.

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