sábado, 30 de enero de 2010

LOS MEJORES AMIGOS

Hay algo que me pasa muy a menudo con mis mejores amigos. Algo curioso y sorprendente que me hace pensar que las personas que nos queremos realmente estamos muy cerca en determinados momentos por muy lejos que estemos físicamente. No sé si llamarlo telepatía, sexto sentido, conexión psíquica... Lo que está claro es que hay algo que se escapa de toda lógica y que, sin embargo, no por ello es menos real.
En los últimos años el estudio de la mente está ocupando muchas páginas y publicaciones en distintos formatos. Es un tema apasionante, teniendo en cuenta que los seres humanos empleamos una mínima parte de nuestro cerebro. Sin extenderme demasiado en la materia explicaré mi experiencia.
Puedo contar con los dedos de la mano a mis amigos. Mis mejores amigos no son muchos, por eso son los mejores, porque son únicos y exclusivos. Cada uno de ellos tiene algo especial, y cada uno de ellos me complementa de alguna u otra forma. La amistad es el tipo de relación más difícil y, a su vez, la más auténtica que puede darse entre dos personas. Es difícil porque se mezclan muchos sentimientos y es auténtica porque el grado de confianza es elevado. En mi caso, mis mejores amigos son cuatro. Lo que relataré a continuación me sucede con dos de ellos: Godo y Cristina.
Godo -Rodrigo- es mi mejor amigo por excelencia. Somos como hermanos. Él es de Burgos y nos conocimos en el año 1999 mientras cursábamos unos módulos de comunicación en la facultad de Inglaterra. Nuestro primer encuentro tuvo lugar en la lavandería. Yo tuve un "pequeño" problema con la lavadora. Bueno... un gran problema, mejor dicho... Era la primera vez que la ponía en marcha y no estaba familiarizada con aquel electrodoméstico tan raro. El caso es que la máquina humeaba y yo no era capaz de pararla. En pleno ataque de pánico llegó él y me arregló el problema. Esa misma noche coincidimos en una fiesta de cocina. Sí, en una fiesta de cocina porque era lo que se estilaba. Cada noche en una cocina diferente, aunque la de mi bloque era la más solicitada. Nos juntábamos veinte o más personas de nacionalidad diferente para echarnos unas risas, jugar al quinito, beber calimocho caliente y fumar marihuana. Aquellos maravillosos años... Ahora ya estamos rehabilitados, pero fueron unos meses moviditos. Lo mejor venía cuando saltaban las alarmas y venía el vigilante. ¡Coño! Todos corríamos para esconder los restos de hierba y alcohol y poníamos cara de no haber roto un plato. Eso noche tras noche, así que aún no me explico cómo aprobé. O soy superdotada o los ingleses son imbéciles.
Es inevitable recordar todo esto cuando hablo de Godo. Como empalmábamos la noche con el día porque allí amanece pronto, a las cuatro de la mañana íbamos a cazar conejos. Luego los soltábamos, pero correr tras un conejo yendo bebido y fumado era la leche. Fue la etapa de mi vida en la que más me reí. Me dolía el estómago permanentemente de tanta risa. El tema es que desde entonces, Godo y yo estamos en contacto continuo. Es como si nos conociéramos de toda la vida. Cuando nos vimos nos reconocimos de inmediato, no éramos extraños el uno para el otro, y a día de hoy seguimos unidos como si el tiempo no hubiera pasado. Ha llovido mucho desde entonces, él se ha casado y está buscando su primer hijo, pero cuando hablamos sigue siendo el mismo. Con sólo oirnos la voz nos desternillamos de la risa, es inevitable.
Lo curioso del caso es que siempre que pienso en él o sueño con él me llama o me envía un mensaje al poco rato. Sin ir más lejos, hace dos días pensé en llamarle y no tuve tiempo porque se anticipó. No falla. Ahora que escribo sobre él seguro que mañana me dirá algo. Estoy segura porque en todos estos años ha funcionado así.
Esto me sucede también con mi amiga Cristina. Hoy mientras encendía el horno estaba pensando en ella. El viernes por la noche me llamó para quedar y como no me encontraba muy bien le dije que lo dejábamos para otro día. Justamente, mientras la tenía en el pensamiento, me ha llamado para decirme si me apetecía ir al cine.
¿Telepatía? ¿Una conexión especial entre personas afines? Yo no creo en la casualidad, sino en la causalidad, por eso pienso que algo de paranormal tiene que haber en todo esto. Sea como sea es alucinante y maravilloso. Que exista un feeling así de mágico y especial entre dos buenos amigos es la mejor recompensa a los muchos años de complicidad y de cariño. Ojalá sucediera lo mismo con la persona a la que amamos, porque siguiendo la misma lógica si no se da el caso es porque esa persona no nos quiere del mismo modo, ¿no? Creo que ya estoy pensando demasiado... Es habitual en mí pero en exceso deja de ser sano, así que por hoy ya he terminado.

2 comentarios:

  1. Es infinitamente más fácil coincidir con los amigos de esa forma que con la persona a la que amas. Pienso que el motivo de todo eso es que con los amigos solo compartes ciertos aspectos de tu vida, después cada uno se va a su casa a vivir su vida, cosa que no ocurre con las parejas.

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  2. Precisamente por el motivo que argumentas yo creo que debería suceder al revés, ¿no?
    Quiero decir que con la persona con la que más tiempo compartes tendría que existir un feeling "infinitamente superior" que con los amigos.

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