lunes, 13 de julio de 2015

TRÁFICO DE EMOCIONES

Soy adicta. Lo reconozco. Estoy enganchada a la droga de tu piel, de tu lengua, de tus caricias, de tu saliva. Si no me chuto me pongo malísima. Y tú eso lo sabes. Llevo unos días que me siento de puta pena. Si mi madre me oyera hablar de esta manera me lanzaría dardos con la mirada. A fin de cuentas, me educó para ser una princesa y no una mal hablada. Qué más da. ¿Quién dice que una dama no puede escupir sapos y culebras? Yo cuando estoy enfadada lo hago, y no sabes de qué manera, pero enseguida me recompongo y vuelvo a mi estado natural. Soy una niña buena, muy buena cuando quiero, pero también una puta. Es cuestión de práctica, lo de ser buena, me refiero. Hoy, que soy una yonqui de mierda, me apetece ponerme las medias de rejilla y ser una tipeja vulgar. Pero lo de compartir jeringuilla ya es harina de otro costal, no me gusta trapichear con mi droga si es de calidad. Por una dosis tuya hoy mataría. Perdería mis ansias de libertad, huiría de todo cuanto me rodea y te entregaría mi alma. Porque debes saber, pedazo de cabrón, que me has robado el corazón. Disculpa por el vocabulario, pero hoy soy más yonqui, más puta y más mal hablada de lo que he sido en toda mi vida. Has sabido tocar la tecla. No levantes el dedo, no lo hagas porque entonces muero.

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