sábado, 13 de febrero de 2010

LA HONESTIDAD

Si puedo presumir de algo es de ser honesta.
Detesto la mentira y la hipocresía porque es algo que acaba por volverse en contra de quien la practica. Con la verdad se llega a todas partes, no hay necesidad de mentir ni de manipular medias verdades. Las personas que vamos de frente pagamos un precio muy elevado, y lo puedo decir por experiencia propia. Hoy en día se estila la falsedad y la doble moral, y las personas que somos claras y no nos callamos nada somos, muchas veces, un problema. Con franqueza, me importa un rábano lo que la gente piense, aunque cuando alguien a quien aprecio pone en duda mi palabra y desconfía de mis intenciones me duele durante mucho tiempo y siento que se ha perdido algo importante entre nosotros: la confianza.
Las personas que me conocen saben que yo nunca miento. Puedo ocultar u omitir cosas, como todo el mundo, pero jamás mentiría ni levantaría falsos testimonios en contra de nadie. A la larga todo acaba por descubrirse y eso me consuela. El tema es que hay personas que mienten de maravilla, son calculadoras, frías y si se proponen fingir y ocultar una verdad lo hacen sin ningún remordimiento. Yo no podría, va en contra de mi naturaleza. Mi conciencia y mi integridad están por encima de todo.
Por este motivo, no me gusta la gente que miente. Prefiero una verdad aunque sea dolorosa que un argumento estúpido sin fundamento, porque la mentira -aunque esté muy elaborada- tiene las patas muy cortas. Además, tengo una facilidad innata para saber cuando alguien está mintiendo, lo que pasa es que me lo callo porque no conseguiría extraer nada. Allá cada cual con sus mentiras y sus paranoias, yo prefiero tener la conciencia tranquila.
En más de una ocasión he salido perjudicada por hablar claro. Pero lo volvería a hacer una y mil veces aunque la otra persona jamás me lo agradezca. La sensación de impotencia me supera y me duele porque cuando la confianza se pierde cuesta mucho de recuperar, y la sombra de la duda siempre está presente. Es una pena, pero la sociedad no está preparada para enfrentarse a grandes verdades y cada vez son más las personas que mienten de manera patológica sin importarle los sentimientos de las otras personas, sólo buscando su propio beneficio y velando por sus intereses.
De todos modos, el bien triunfa sobre el mal y la verdad sobre la mentira. El tiempo pone a cada uno en su lugar, y el mío es limpio y transparente, pese a quien le pese.

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