lunes, 31 de mayo de 2010

LOS MOMENTOS NUNCA SE QUEDAN

En realidad la vida se compone de momentos. Me hacen gracia las personas que se adjudican un estado de felicidad o fatalidad permanente.
La felicidad no es un estado inalterable, así como tampoco lo es la fatalidad.
Todo está continuamente en movimiento y nada es para siempre. De lo que se trata es de aceptar las reglas del juego y no enfadarse cada vez que se pierde.
Personalmente, no soporto el victimismo ni la debilidad. El mundo no está hecho para cobardes ni vulnerables, al menos la sociedad que entre todos hemos constituido. Somos lo que somos y tenemos lo que tenemos porque así lo hemos decidido. Hay decisiones que se convierten en grandes aciertos pero hay otras que nos llevan de cabeza al precipicio y luego nos lamentamos y, a veces, culpamos a los demás de nuestros errores. Sería mucho más fácil y llevadero asumir de una vez por todas que los únicos responsables de nuestra vida somos nosotros mismos y no los demás. Culpar al resto de una situación injusta me parece un gesto de cobardía y egocentrismo desmesurado, ya que cualquier reacción ajena es consecuencia de una actitud nuestra. Esto es así, mire como se mire.
¡Ah claro! Siempre está el típico compañero de trabajo que por envidia te pone la zancadilla. Pues hasta en ese caso la culpa es nuestra. Seguro que si fuéramos más inteligentes y jugáramos con psicología no se daría el caso. Para triunfar hay que ser buen estratega. Me revienta reconocerlo porque yo soy de las que se deja llevar por el corazón y me encantaría que todas las personas fueran nobles y honradas, pero por desgracia no es así, de modo que juegas tus cartas de puta madre o estás vendido.
Para llegar a esta conclusión he tenido que pasarlas de todos los colores. Alguien me dijo una vez que entre el blanco y el negro hay una escala de grises que no contemplaba... Tenía razón, como siempre. Soy mujer de extremos, qué le vamos a hacer.
El caso es que ahora que tenía un momento me ha venido a la mente uno de mis pensamientos extremos y, para mi asombro, a medida que escribía me convencía de que el tiempo me ha hecho más tolerante. Como empecé diciendo, todo es cambiante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario