domingo, 8 de junio de 2014

LAS CAJAS DE LA VIDA

Dentro de una cajita de madera hay escondido un secreto. No tiene forma, porque no existe para nadie, ni color porque no puede verse. Sospecho que alguien conoce mi secreto, pero desconoce sus límites. Me gustaría cambiarle el nombre. La palabra secreto no me gusta demasiado, no soy de las que esconde sus sentimientos, aunque cierto es que lo importante me lo reservo. Hay intimidades que no le interesan a nadie, y es una manera de evitar malentendidos o males mayores. Las personas aburridas con sus vidas suelen entrometerse en las ajenas, casi siempre sin permiso, así que prefiero cerrar las puertas. La cajita, en este caso. Empleo el diminutivo porque mi secreto no necesita tanto espacio, las cajas grandes servirían para las vidas caóticas que suelen llevar las personas sin rumbo y, por suerte, yo todavía no lo he perdido. Soy perseverante en mis sentimientos e ideas si son profundas y tienen fundamento, pero no me aferro a nada. Si no recuerdo mal, alguna vez he hablado del yo fenoménico, que tanto detesto. La libertad es el estado perfecto, todos deberíamos aplicarnos el cuento. Demasiadas normas para una sociedad que está podrida. Es por aparentar, el civismo es inexistente cuando la doble moral se impone en todos los ámbitos, así que menos sermones moralistas y más pragmatismo. Me quedo con la sensación de que estoy sola en el mundo. Mi idea de ampliarlo me tienta, mas al mismo tiempo me acojona. Sería muy egoísta por mi parte pensando del modo que pienso. Es complicado arrancar nuevas etapas mientras la cajita sigue cerrada. Y yo, que me tengo por una buena cristiana, pienso que Dios no opina lo mismo. Ando enfadada con él, aunque no sé por qué le meto en esto. Bueno, se me ocurren unas cuantas ideas que prefiero no exponer, no por falta de ganas, sino por no abrir la cajita ni lo más mínimo. Algún día, quién sabe, la destape para siempre y sople fuerte, bien fuerte, para que el viento se lleve lo que hay dentro. El caso es que siempre digo lo mismo, pero luego no lo hago porque en el fondo no quiero. Hay secretos que nos ayudan en el día a día. Lo jodido sería encerrarse en la cajita hasta dejar de respirar aire puro, que siempre hay que hacerlo.
La vida es sueño, como decía el gran Calderón de la Barca, o un carnaval, como cantaba Celia Cruz.
Entre sueño y carnaval me quedo con lo primero, hay más margen de maniobra, y si le añadimos alguna cajita de secretos más intenso será nuestro trayecto por la vida, no sé si llamarla de gloria o de mierda. Depende del momento.

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