jueves, 28 de abril de 2011

LLUVIA SOBRE EL ASFALTO

La lluvia sobre el asfalto de hierba hace que las flores se pudran en el infierno. Maldito el fuego que nos cobija y que arde en el cielo, buscando refugio en las sombras de las tinieblas cuando el hielo se convierte en piedra. Corazones de mentira que se descubren ante la llama de una vela y una copa de vino, el aroma del fuego de una chimenea escapándose por una ventana sin ropajes, una cama de piel, sudor y orgasmos.
Maldita la flor que deshojaste porque sólo te contó mentiras. El verde de los campos habla de cosas más hermosas, hasta que empieza a llover y las gotas caen sobre el asfalto. Regresa el pasado, envolviéndonos en humo crujiente y chispeante de luz inflamable. Éste es nuestro paraíso, cierra la ventana y túmbate a mi lado, deja que te acaricie el pelo, las mejillas y que pasee mis dedos por tu boca. Los deslizo por tus labios, rozo tu lengua, tu saliva es mi alimento y tu aliento mi madrugada. Dejo que me hagas mujer en tus brazos, confieso mis debilidades y lloro como una niña pequeña despeinada y sin zapatos. Pronuncia mi nombre despacio, recuérdame en qué campo nos conocimos, de qué color eran las amapolas, si estaban tristes o bailaban, y dime cuánto me amas. Los truenos dejaron sordo mi corazón, me desnudaron el alma y flagelaron mis sentimientos. Recuérdame quién soy, cómo me llamo, que arda el fuego en la chimenea y se cierren para siempre las ventanas. Llueve sobre mojado en mis entrañas de hierba y asfalto. Que se detengan los truenos, haz que paren...




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