martes, 5 de abril de 2011

EL PASTELITO DEL DÍA

Se colocó delante del mostrador con su monedero en la mano pensando qué dulce comprar. Había una gran variedad de pastelitos decorados con tanto esmero que daba pena pensar en comérselos. Eran dignos de coleccionar. Se sentó en una butaca del local, decorado con el mismo esmero que los dulces que se vendían, esperando ser atendida. Una señora de aspecto cansado, gorda, muy gorda, con cara de haberse comido todos los pasteles del día anterior, se aproximó a la mesa y con un hilo de voz azucarado, descafeinado y flambeado, le sugirió el postre del día. Una tarta de frambuesas bañadas en chocolate y con un ligero "toque" de menta. Ella, no muy convencida todavía de qué tomaría, se ladeó ligeramente hasta lograr ver el pastelito del día. Frunció el ceño y negó con la cabeza.

- Un cortado -exclamó.

- ¿Un cortado? -repitió la señora, que por su tono parecía ofendida.

- Sí, corto de café y con la leche fría.

Seguía con el monedero en la mano, apretándolo fuerte para que sus manos dejaran de temblar. Tal vez estuviera en el sitio equivocado. La señora obesa le sirvió el cortado, que acompañó con una galletita azucarada. En ese lugar todo era dulce, todo olía a miel y caramelo, hasta que él entró por la puerta como cada mañana con el periódico en la mano y la alianza en el dedo anular.

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