martes, 7 de diciembre de 2010

UN SUSTO DE MIEDO

Pues sí, un susto en toda regla; aunque para ser más exactos podríamos definirlo como una impresión de infarto. Casi se me indigestan las albóndigas de la cena, junto con el postre, un plátano que tengo atravesado porque me lo he ido comiendo en pleno susto, o en plena impresión de infarto. Debo reconocer que soy una chica -una mujer- bastante impresionable. Coño, y yo que pensaba que lo tenía superado. Pues no, va a ser que estaba equivocada. Hoy me he levantado a las 6'30 de la mañana, como cada día de la semana. La mañana ha transcurrido tranquila, como mucha gente estaba de "puente" apenas había trabajo. En realidad, no había nada de trabajo. Ni una llamada, ni un e-mail, apenas unas correcciones y de vuelta a casa.
Tendría que haberme acostado. La idea era descansar para ir al cine esta noche, pero últimamente me cuesta dormir, así que he estado leyendo un libro de Saramago que me cuesta digerir lo mismo o más que el plátano y luego me he ido a pasear con el perro. He tenido que tirar de él porque está más perro que de costumbre, pero al final he conseguido que andara a un ritmo rápido -el que yo le marco porque suelo caminar muy deprisa-, ha hecho pipí tantas veces como le ha venido en gana y, finalmente, ha hecho caca, ya en la puerta de casa. Para no perder la costumbre, después de treinta minutos de caminata decide dejar el "presente" justo en la entrada de casa, con los vecinos mirando cómo la dueña, esto es, quien escribe esta perolata, se agachaba y con un pañuelito de papel recogía las heces con cara de hacerle poca gracia. Aunque bien pensado, a ver a quién le resulta gracioso recoger caquitas de perro, aunque sea el suyo, ante la atenta mirada de los vecinos y la gente que pasa. Se te quedan mirando como si nunca hubieran visto algo parecido. Pues yo he visto a papás y a mamás sujetarles el culito a sus hijos para que hicieran lo mismo entre dos coches a la vista de cualquiera. A mí eso tampoco me resulta agradable, ni cívico. Los niños tienen derecho a ser pudorosos; los perros son harina de otro costal porque no tienen vergüenza. El mío no la tiene. Está bien enseñado.
Qué bien. Después de esta tarde tan interesante me llevo la sorpresa, el susto, la impresión de infarto de la que he empezado hablando. Objetivamente, no ha sido para tanto, pero en mí las emociones se multiplican y se elevan al cuadrado. ¿Eran las potencias las que se elevaban al cuadrado? Las matemáticas nunca han sido mi fuerte, que se lo pregunten a mi padre, que acababa enfermo cada vez que me ayudaba con los deberes. Mi profesora de matemáticas no se lo explicaba; decía que cómo era posible que teniendo un padre químico yo fuera tan negada. Mi padre químico y mi madre contable. Buena combinación. A mí me dio por la literatura, otra de las razones por las que mi abuela le preguntaba a mi padre con cara de extrañeza que a quién había salido la niña. Es curioso esto de los genes. Analizar hasta qué punto intervienen en la personalidad de un individuo daría para un libro. Tal vez algún día me anime a escribir algo científco, pero procuraré no decírselo a mi padre porque se troncharía de la risa. Yo soy de la opinión de que todos nacemos con un talento, y deberíamos ganarnos la vida exprimiendo dicho talento. Hay personas que creen saber hacer muchas cosas, pero estoy convencida de que los que saben, o creen saber tanto, en realidad ni saben ni hacen las cosas bien. Para destacar en algo concreto hay que emplearse a fondo, y los que pretenden abarcar muchas cosas acaban por convertirse en personas mediocres y frustradas.
Retomando el tema - soy fantástica yéndome por las ramas- aún tengo el susto en el cuerpo. Un clik, una imagen, un nombre, una sonrisa, un no me lo puedo creer, lo que nunca hubiera imaginado, alguien imprevisible, irreconocible, que intuyo cambiado. Algo normal que no causa extrañeza y que, sin embargo, a mí me ha impactado. Intento cerrar los ojos y hacer marcha atrás. No puedo. El tiempo corre hacia delante, nunca hacia atrás. Lo intento, soy perseverante y creo conseguir hasta eso: modificar el tiempo. Las albóndigas de la cena, el plátano, No me lo puedo creer, una sonrisa, un nombre, una imagen, un clik, un largo paseo, una caca de perro, el libro de Saramago, una mañana tranquila de trabajo, me levanto, suena el despertador a las 6'30h. Estoy durmiendo. Estoy soñando. Todo ha sido un sueño.

1 comentario:

  1. Jeje,espero que me cuentes el susto. Conociendote fijo que es verdad. Muy interesante lo que has escrito.

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