En los tiempos que vivimos el divorcio ha dejado de contemplarse como algo injurioso o indigno. Para los que somos católicos la disolución del matrimonio implica una mayor carga moral que para los que no lo son, pero lo que está claro es que una ruptura siempre conlleva unos daños colaterales donde los más afectados son los hijos.
Sólo en el año 2009 en España se disolvieron 106.166 matrimonios.
Cuando dos personas deciden separarse de mutuo acuerdo deben tener muy claro que si tienen hijos deberán soportarse durante lo que les quede de vida, y no sólo hasta que los hijos alcancen la mayoría de edad, sino siempre. Una ruptura matrimonial debe hacerse de manera civilizada, respetuosa y teniendo en cuenta los derechos y necesidades de los hijos, algo que, desafortunadamente, no sucede siempre.
Aunque hoy en día el divorcio está muy generalizado y se ve como algo natural no hay que olvidar que supone un cambio importante para los hijos, que necesitarán adaptarse a una nueva vida porque las costumbres ya no serán las mismas.
Personalmente, estoy a favor del divorcio porque soy una defensora a ultranza del amor, y cuando el amor -tal y como yo lo entiendo- ha dejado de existir lo mejor es separar las vidas y buscar la felicidad en otra parte. Sin embargo, entiendo que los padres nunca se pueden separar de los hijos ni los hijos de los padres porque no hay mayor amor que el filial. Y esa clase de amor es indestructible. Por ese motivo lamento profundamente que haya personas egoístas incapaces de entender eso y que utilicen a sus hijos como moneda de cambio. Yo no soy madre pero si algún día lo soy mi hijo será lo más importante en mi vida, por encima de mi trabajo y de mis aspiraciones personales. A fin de cuentas, la elección de ser madre es libre y cuando una mujer se plantea tener un hijo debe ser consecuente con la decisión que ha tomado.
Escribo esto muy rápidamente antes de dormir porque he leído una noticia que me ha dejado muy mal cuerpo. No trataré ahora asuntos legales porque me llevaría mucho tiempo y no lo considero relevante, al menos por el momento. En cualquier caso, reitero que por el bien de los hijos los padres deben mantenerse unidos aunque la relación se disuelva legalmente. Esto implica pasar vacaciones juntos, reuniones familiares, cumpleaños, navidades, cualquier evento donde la presencia de la madre y del padre sea vital para los hijos. Y en el caso de que alguno de los dos rehaga su vida a nivel sentimental la nueva pareja deberá entender la situación y poner todo de su parte para que la relación entre padres e hijos fluya y no se pierda.
Los hijos, a mi entender, son intocables.
Sólo en el año 2009 en España se disolvieron 106.166 matrimonios.
Cuando dos personas deciden separarse de mutuo acuerdo deben tener muy claro que si tienen hijos deberán soportarse durante lo que les quede de vida, y no sólo hasta que los hijos alcancen la mayoría de edad, sino siempre. Una ruptura matrimonial debe hacerse de manera civilizada, respetuosa y teniendo en cuenta los derechos y necesidades de los hijos, algo que, desafortunadamente, no sucede siempre.
Aunque hoy en día el divorcio está muy generalizado y se ve como algo natural no hay que olvidar que supone un cambio importante para los hijos, que necesitarán adaptarse a una nueva vida porque las costumbres ya no serán las mismas.
Personalmente, estoy a favor del divorcio porque soy una defensora a ultranza del amor, y cuando el amor -tal y como yo lo entiendo- ha dejado de existir lo mejor es separar las vidas y buscar la felicidad en otra parte. Sin embargo, entiendo que los padres nunca se pueden separar de los hijos ni los hijos de los padres porque no hay mayor amor que el filial. Y esa clase de amor es indestructible. Por ese motivo lamento profundamente que haya personas egoístas incapaces de entender eso y que utilicen a sus hijos como moneda de cambio. Yo no soy madre pero si algún día lo soy mi hijo será lo más importante en mi vida, por encima de mi trabajo y de mis aspiraciones personales. A fin de cuentas, la elección de ser madre es libre y cuando una mujer se plantea tener un hijo debe ser consecuente con la decisión que ha tomado.
Escribo esto muy rápidamente antes de dormir porque he leído una noticia que me ha dejado muy mal cuerpo. No trataré ahora asuntos legales porque me llevaría mucho tiempo y no lo considero relevante, al menos por el momento. En cualquier caso, reitero que por el bien de los hijos los padres deben mantenerse unidos aunque la relación se disuelva legalmente. Esto implica pasar vacaciones juntos, reuniones familiares, cumpleaños, navidades, cualquier evento donde la presencia de la madre y del padre sea vital para los hijos. Y en el caso de que alguno de los dos rehaga su vida a nivel sentimental la nueva pareja deberá entender la situación y poner todo de su parte para que la relación entre padres e hijos fluya y no se pierda.
Los hijos, a mi entender, son intocables.