martes, 27 de julio de 2010

LA TEORÍA DIVINA DE MI TÍA CONSUELO

Ayer por la tarde estuve con mi tía Consuelo. Fui a su casa a llevarle unos pantalones para que me arreglara los bajos. Mi tía Consuelo es hermana de mi abuela, pero no se parecen en nada y tienen puntos de vista completamente diferentes sobre todo. Es divertido verlas discutir porque la sangre nunca llega al río.
La verdad es que con mi tía tengo mucha confianza y es de las pocas personas con las que puedo hablar de lo que me preocupa con la tranquilidad de que mis confesiones no saldrán por la puerta de su casa. Ochenta y siete años dan para mucho y la voz de la experiencia, aunque suene a tópico, nunca se equivoca. Le cuento mis cosas mientras ella cose y, sin dejar de dar puntada, me contesta como si fuera su hija, que es lo que siempre me dice, que me aconseja como si fuera su propia hija porque me quiere tanto que sólo desea lo mejor para mí. Escucha a tu tía que sabe de lo que va la vida... -me repite una y otra vez.
Y tiene razón. En los últimos tiempos poco se ha equivocado.
El caso es que ayer, hablando sobre las oportunidades que dejamos escapar, me dijo algo que no se me había ocurrido antes. Cuando yo le pregunté -más bien me quejé- que por qué Dios no me daba otra oportunidad para arreglar algo con lo que me equivoqué, me contestó sin ninguna duda:
- Porque el Universo es muy grande y Dios tiene que dar la vuelta y prestar atención a todos. Claro, para eso se necesita mucho tiempo...
Su reflexión me dejó perpleja porque me pareció un argumento bastante fantástico, por ponerle un nombre. Pero luego, pensándolo mejor, comprendí lo que me quería decir.
Hay cosas que lleva mucho tiempo reparar. Otras, sin embargo, se solucionan de inmediato, pero las importantes, las que para nosotros tienen especial interés, requieren paciencia y tenemos que esperar a que Dios haga una paradita en su viaje por el Universo y considere si lo que le pedimos es justo. Mientras, yo me desespero. La paciencia, como ya he comentado en alguna otra ocasión, no es mi punto fuerte. Me cuestiono, incluso, si la persistencia es una virtud o más bien un defecto. Yo me considero una mujer muy tenaz, pero a veces me dan ganas de tirar la toalla porque me quedo sin fuerzas y sin energía. En esos momentos es cuando miro al cielo y le guiño un ojo a Dios. La fe mueve montañas y todo llega. Si Dios no para de dar vueltas algún día, en algún momento, se apeará en mi estación y seguro que llegamos a un acuerdo.

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