martes, 27 de septiembre de 2011

LUJURIA

Luna de ceniza que se oculta tras las nubes hasta las doce. Apenas quince minutos para que la pise con mis zapatos de tacón y de un soplido la devuelva al lugar al que pertenece; el misterioso infinito que aúlla irremediablemente dejando sordos mis sentidos. No sabe estar en silencio, nunca se calla. Humo que entra y sale por la boca mentolada cual colutorio nocturno, pensamientos que divagan y se pierden en la atmósfera cargada de humo perfumado y caliente. No veo nada, ¿quién hay? ¿Quién se oculta tras la sombra? Miro a mi alrededor, estoy sola, pero no del todo. Preparo los zapatos de tacón y mi mejor lencería, me suelto el pelo y siento deseo de mí misma. Tal vez sea un buen momento para pasar un momento mucho mejor. Bajo la persiana, respiro hondo y abro las piernas. Bonitas piernas, bonitos senos, hermoso cuerpo. Me recreo en mis curvas y me acaricio. Me gusto, cada vez me sorprendo más de lo que veo, de lo que siento. El infinito me espía y me desea, me besa, me susurra, me roza, me penetra. El placer ocupa todo mi espacio dejándome vacía, aislada de la realidad, pero la realidad es que soy más yo misma que antes, cuando contemplaba la luna gris desde la ventana alimentando una fantasía que acabo de hacer realidad. Soy mía, ahora soy mía, y del obsceno infinito gris ceniza.

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