domingo, 15 de mayo de 2011

ÁNGELES DEL INFIERNO

Cuchillos afilados que guardan en la sombra. Esperan cobardes a que una ola de viento sople y los desplace hasta el lugar indicado. La espalda del amigo cubierta con armadura de hierro que se funde cuando amenaza el sol de verano. Danza de puñales con coreografía invisible, fantasmas y fantasmones, limones negros y putrefactos, un baile sin música. Suenan las campanas desde lo alto del campanario. El ruido es estridente, se cierran los ojos para que desaparezca, si no se ve nada, tampoco se oye, ni se siente, así no duele. La llaga es purulenta, sangra y se mezcla con el pus. Infección. Tardará en cicatrizar.


Los cuchillos se impacientan, sus hojas se oxidan, necesitan aire fresco y fiesta.


Que empiece el festival, una orgía descontrolada que les permita salir de su escondite y alimentarse de sangre inocente. Vampiros de la era moderna, la serpiente de Adán y Eva.


Los ángeles caídos atraviesan la armadura de hierro con sus lenguas viperinas y se apoderan de las almas. Están, existen, Dios los puso en la tierra para poner a prueba la Fe de los seres humanos. Sólo la ignorancia les vence, les quema, se retuercen mientras chillan como cerdos a punto de ser sacrificados, víctimas de sus cuchillos, sus lenguas putrefactas, de su ira, rabia y afán de venganza. El viento deja de soplar, y el sol brilla para las almas inocentes.