lunes, 23 de agosto de 2010

EL ARTE DE ESCRIBIR


Hubo una vez alguien que me hizo coger un dolor de estómago eterno en el tiempo. Un dolor que empezaba en la garganta y se extendía hasta el bajo vientre y que salía por la planta de los pies dejando mis piernas temblorosas. Era un dolor difícil de definir por mi peculiar grado de masoquismo, que me hace echarlo de menos muchas veces.
No soy masoquista en extremo, aunque una atracción por lo desconocido , incluso peligroso, me saca del aburrimiento. De vez en cuando me las ingenio para hacer que el dolor vuelva.
Así resulta más fácil aceptar mis errores porque los busco yo y, de ese modo, no culpo a nadie.
Empecé a escribir mi segundo libro hace más o menos un año. Pero decidí cambiar de argumento porque el dolor era insoportable. Ya he dicho que no soy masoquista en extremo, sólo lo justo. Cualquier escritor coincidirá en la idea de que es imposible desvincular la realidad de la ficción, ya que en cada historia, en cada personaje, hay algo del que escribe. Nuestras experiencias, deseos, rasgos de la personalidad, las experiencias de los que conocemos, sus deseos y rasgos de la personalidad quedan reflejados en nuestro manuscrito.
La imaginación se sucede al mismo tiempo, en menor o mayor grado dependiendo del nivel de creatividad del escritor. En mi caso es bastante elevado, todo hay que decirlo.
En cualquier caso, escribir un libro no es tan fácil como algunos creen. A las editoriales llegan manuscritos ilegibles, con ideas caóticas, sin ningún orden y que, por más interesante que sea el argumento, no se puede valorar por la complejidad de lectura.
Escritores aficionados que tienen en la mente mucho y dicen poco. Escribir un libro lleva tiempo, muchas horas de dedicación y se requiere entrenamiento porque poner las ideas en orden cuando hay mucho que decir es complicado. Por ese motivo muchos autores (futuros autores) solicitan los servicios de escritores profesionales para que le den forma a la historia que tienen que contar. Esto no es garantía de nada, ya que el éxito de una novela, ensayo o biografía radica en la acogida que tenga entre el público, pero sin lugar a dudas siempre tendrá más posibilidades un libro que esté bien escrito porque la experiencia del escritor lo hará más interesante. Encontrar el punto fuerte de una historia, el gancho, y saberlo desarrollar y mantener no tiene precio, por eso los negros literarios cobran bien y muchos de ellos prefieren trabajar en la sombra durante años. Personalmente, jamás escribiría una novela para nadie aunque me pagaran todo el oro del mundo porque mi creatividad no tiene precio, sin embargo he escrito biografías y, tal vez, pasado un tiempo, volvería a hacerlo por el aprendizaje que aporta. Las experiencias de los demás enseñan tanto o más que las propias.
Ahora con la crisis no se solicitan tantos libros por encargo. Supongo que los aficionados y aspirantes no gastan en caprichos y consideran que su libro puede esperar. Me joroba reconocerlo porque durante algunos años me he ganado la vida escribiendo para los demás, pero debería estar prohibido porque el talento del escritor no debe estar en venta.
Una cosa es asesorar y corregir y otra bien distinta escribir un libro en el que ni siquiera aparece tu nombre en los agradecimientos. El arte se puede comprar pero no a los artistas y, en mi opinión, el escritor es un artista que, por norma general, no valora suficiente su talento.

miércoles, 11 de agosto de 2010

OUT OF AFRICA

"Memorias de África" lo tiene todo. Por eso es mi película favorita, la más favorita de todas mis favoritas. La calidad de los diálogos, la fotografía, la música, los actores, el paisaje... absolutamente perfecta. Por ello obtuvo siete Premios Óscar.
No me canso de verla. Recomiendo a quien no la haya visto que la vea con total tranquilidad para no perderse ningún detalle. Es increíblemente perfecta, la clásica película que puede verse dos y tres veces sin cansarse. Yo la he visto más de cinco veces y cuando llega el otoño la vuelvo a ver en uno de esos días lluviosos que no te apetece salir de casa. Me tumbo en el sofá, me cubro con una manta y me transporto a Kenia. Es como un ritual. Insisto en los diálogos, son realmente buenos, refinados, cuidadosamente acertados.